La región de América Latina y el Caribe cuenta con una enorme diversidad de paisajes y ecosistemas. Esta región es muy hetero- génea en cuanto al desarrollo económico y a los antecedentes sociales e indígenas. También constituye una de las regiones más urbanizadas del mundo. Según el informe del Banco Mundial Bajemos la temperatura: Cómo hacer frente a la nueva realidad Climática, en América Latina y el Caribe, los cambios en la temperatura y las precipitaciones, las olas de calor y el derretimiento de los glaciares tendrán efectos adversos en la productividad agrícola, los regímenes hidrológicos y la biodiversidad. En Brasil, si no se realiza una adaptación adicional, el rendimiento de los cultivos podría disminuir entre el 30 % y el 70 % en el caso de la soja y hasta el 50 % en el caso del trigo con un aumento de temperatura de 2 °C. La acidificación de los océanos, el aumento del nivel del mar y la mayor intensidad de los ciclones tropicales afectarán los medios de subsistencia costera, así como la seguridad alimentaria e hídrica, particularmente, en el Caribe. La seguridad alimentaria locales también se ve seriamente amenazada por la disminución que se prevé en el potencial de pesca. Las disminuciones y los cambios en la disponibilidad del agua serían particularmente graves para las ciudades andinas. La selva tropical amazónica podría quedar expuesto a una degradación forestal a gran escala que contribuya al aumento de la concentración del dióxido de carbono en la atmósfera.
Entre 2003 y 2014, el impacto de los desastres naturales en el sector agrícola de América Latina provocó pérdidas de más de 34.000 millones de dólares, afectando a 67 millones de personas, según datos de la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Para cambiar esta tendencia, altos representantes de los países de la región debatieron en Asunción sobre cómo incrementar la resiliencia y los medios de vida del campo frente a las crisis y desastres con el objetivo de erradicar el hambre, como parte del Plan de Seguridad Alimentaria de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Las soluciones pasan por crear infraestructuras productivas: riego, centros de acopio y centros de transformación primaria que permitan, por un lado, agregar valor a la producción, y por otro lado, ofrecer más empleos. De esta forma no sólo el productor se emplea, sino que se emplea quien hace el empaque, quien hace el traslado o los fletes, el transporte, etcétera.
Los participantes en la discusiones coincidieron en que este tipo de inversiones en la agricultura, que incluirían los sistemas de alerta temprana, ayudarían a lograr sistemas productivos más resilientes y eficientes porque permitirían soportar el embate de los fenómenos naturales y sociales que pueden afectar la disponibilidad de alimentos.
Además, subrayaron la importancia de reforzar las instituciones agrícolas, diversificar los medios de vida y capacitarse para responder cuando los desastres lleguen a ocurrir.
La Declaración de Asunción compromete a los países de América con la reducción de riesgos de desastre
Los países de América se comprometieron en la Declaración de Asunción a adoptar políticas para la reducción de riesgos de desastre con un enfoque que involucre a todos los sectores de la sociedad y que se integre a sus planes nacionales de desarrollo.
La adopción del documento marcó la clausura de la Reunión Ministerial para la Implementación del Marco de Sendai en las Américas, que tuvo lugar en la capital de Paraguay.
Al concluir las dos jornadas de discusiones entre más de 170 ministros y funcionarios de alto nivel de todo el continente, también se sentaron las bases para el Plan de Acción que guiará los esfuerzos por construir sociedades más resilientes.
El director de la Oficina de la ONU para la Reducción de Riesgos de Desastres (UNISDR), Robert Glasser, señaló que la región es muy vulnerable y afronta grandes desafíos, entre ellos la pobreza, una de las principales causas de los desastres. Sin embargo, también consideró que hay avances importantes.
La Declaración y el Plan de Acción tienen el objetivo de reducir las pérdidas humanas y materiales que sufren los países todos los años debido a los siniestros, muchos de ellos cada vez más frecuentes como consecuencia del cambio climático.
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