Hay que cuidarse, una dieta equilibrada tiene menos impacto ambiental

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El Sistema Tierra provee las bases para todas las sociedades humanas y sus actividades económicas. La gente necesita aire limpio para respirar, agua limpia para beber, alimentos saludables para comer, energía para producir y transportar bienes, y recursos naturales que provean las materias primas para todos esos servicios. Sin embargo, los siete mil millones de seres humanos que existen hoy en día están explotando colectivamente los recursos de la Tierra a tasas e intensidades crecientes que sobrepasan la capacidad de sus sistemas para absorber residuos y neutralizar los efectos adversos sobre el ambiente. De hecho, el agotamiento o la degradación de varios recursos clave están ya limitando el desarrollo convencional en algunas regiones del mundo.


El crecimiento económico conlleva cambios en la intensidad de la dieta, lo cual ha sido descrito por como una transición nutricional. Esta sucede en tres etapas: disminución de la frecuencia del hambruna conforme aumentan los ingresos; surgimiento de enfermedades crónicas asociadas con la dieta debido a cambios en la actividad y los patrones de consumo de alimentos; y una etapa de cambio en el comportamiento, en la que se observa un manejo más adecuado de la dieta y los niveles de actividad para lograr una vida más longeva y saludable. 

El aumento en el consumo de alimentos y las necesidades de forraje para animales asociadas a ello determinan el ritmo al cual necesita crecer el suministro para mantener la demanda doméstica y de exportación de los bienes agrícolas. La urbanización, el cambio demográfico y la riqueza de los hogares en varias regiones de rápida evolución –Brasil, China, India e Indonesia– sugieren que es probable que los cambios en los patrones de consumo de alimentos tengan efectos importantes sobre los sistemas regionales de alimentación. Estos cambios en el consumo y en las preferencias de consumo introducen presiones mayores sobre los sistemas de alimentos y energía relacionados con la demanda, lo que fuerza la realización de ajustes compensatorios en el suministro a través de interacciones con los productores mediadas por el mercado y regidas por los precios.

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A medida que las economías regionales continúan creciendo, también lo hacen el consumo y la producción de carne. La producción pecuaria constituye el mayor uso antropogénico de la tierra, ya que ocupa el 30% de la superficie terrestre del planeta y el 70% de toda la tierra agrícola; el 33% de toda la tierra cultivable se utiliza para producir forraje para animales.

Hay estudios que sugieren que, para 2050, el sector pecuario por si solo podría adjudicarse la mayor proporción de, o haber sobrepasado significativamente, las estimaciones más recientes de los límites biofísicos de la humanidad en tres áreas ambientales: cambio climático, movilización de nitrógeno reactivo, y apropiación de la biomasa vegetal a escala planetaria.

Como generalmente las zonas urbanas son más ricas que las rurales, existen diferencias considerables en la composición de la dieta entre estas dos zonas. Las dietas urbanas se caracterizan por mayores niveles de carne, lácteos y aceite vegetal. Estos alimentos con frecuencia son importados y requieren un uso más intensivo de energía. La globalización y la urbanización son mencionadas como causantes de convergencia y adaptación en la dieta. Lo primero se refiere a una concentración de la ingesta calórica en un menor número de cultivos básicos, tales como trigo, arroz y maíz, con los efectos concomitantes en la salud. La adaptación de la dieta se caracteriza por una mayor dependencia de alimentos procesados debido a los cambios en el estilo de vida, mayor exposición a la publicidad y limitaciones en el tiempo disponible para la preparación de los alimentos. Esta concentración del consumo también favorece la concentración de la cadena de suministro de alimentos en un número relativamente pequeño de corporaciones, con una implícita preferencia por los supermercados y la producción agrícola a gran escala.

Las guías alimentarias: una oportunidad para proteger el planeta

Un nuevo estudio pide promover una nutrición adecuada abordando a la vez el cambio climático y la sostenibilidad

Lo que comemos es importante no sólo para nuestra salud, sino también para el planeta. Sin embargo, sólo un puñado de gobiernos innovadores han elaborado guías alimentarias que promueven dietas para superar a la vez dos de los retos más urgentes de nuestro tiempo: asegurar una buena nutrición para todos y hacer frente al cambio climático.

Esta es una de las principales conclusiones de un nuevo estudio publicado hoy por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Red de Investigación sobre el Clima y la Alimentación (FCRN, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Oxford.

El informe “Platos, pirámides, planeta” (“Plates, Pyramids, Planet”) evalúa las recomendaciones alimentarias elaboradas por gobiernos de todo el mundo, examinando en forma especial si establecen vínculos con la sostenibilidad del medio ambiente, además de promover buenos hábitos alimenticios. En el momento en que se realizó el estudio, sólo las recomendaciones de cuatro países -Brasil, Alemania, Suecia y Qatar- establecían conexiones entre las amenazas planteadas por los modernos sistemas de producción alimentaria y las pautas nutricionales que los impulsan. Dos países más -Países Bajos y Reino Unido- han dado pasos para incorporar las consideraciones ambientales en sus guías alimentarias.

Sin embargo, este reducido número de países representa una verdadera oportunidad perdida para muchos de ellos de promover dietas y sistemas alimentarios que no sólo sean saludables, sino sostenibles, según señala el estudio.

Doble ganancia para la salud y el medio ambiente

Los malos hábitos alimentarios -con dietas ricas en carne y alimentos con alto contenido de azúcar y grasas y pobres en cereales integrales, frutas y hortalizas- están estrechamente vinculados a las enfermedades no transmisibles: una de las principales causas de muerte prematura, no sólo en los países de ingresos elevados, sino también en muchas partes del mundo en desarrollo. Estas dietas no son sólo por lo general insanas, sino insostenibles para el medio ambiente.

Un número creciente de personas entiende ahora que las dietas ricas en cereales integrales, legumbres, frutas y verduras -con un reducido consumo de carne y cantidades más pequeñas de alimentos ricos en grasas y alto contenido de azúcar- son buenas para nuestro cuerpo. También hay una amplia evidencia de que esas dietas tienen impactos ambientales mucho más bajos que los hábitos alimenticios insanos y no sostenibles, que son cada vez más frecuentes en la actualidad. 


Recomendaciones en todo el mundo

Más de 80 gobiernos -poco más de un tercio de todos los países del mundo- ofrecen ya consejos a sus ciudadanos en forma de directrices dietéticas basadas en los alimentos: mensajes cortos, de base científica, prácticos y culturalmente apropiados que orientan a las personas sobre una alimentación y estilos de vida saludables. Ese número está creciendo, incluso en países de bajos y medianos ingresos.

A pesar de estos avances prometedores, la mayoría de los gobiernos tienen aún sin embargo que elaborar su asesoramiento alimentario nacional, y esta carencia es particularmente evidente en los países de bajos ingresos: por ejemplo, sólo cinco países de África tienen esas directrices.

Y la mayoría de las guías existentes todavía no tienen en cuenta el impacto ambiental de los hábitos alimenticios.

Los cuatro países que sí incluyen la cuestión de la sostenibilidad, resaltan que una dieta basada en gran medida en las plantas tiene ventajas para la salud y para el medio ambiente. En particular, Suecia ofrece consejos más detallados sobre qué alimentos de origen vegetal son preferibles, aconsejando por ejemplo verduras de raíz antes que verduras para ensaladas. La mayoría de las directrices que incluyen la sostenibilidad mencionan el elevado impacto ambiental de la carne. Pero el consejo a menudo carece de especificidad y donde se indican las dosis máximas de ingesta, estas se basan sólo en cuidar la salud, no en la preocupación por el medio ambiente.

Las recomendaciones de Brasil destacan por hacer hincapié en los aspectos sociales y económicos de la sostenibilidad, aconsejando a la gente a desconfiar de la publicidad, por ejemplo, y evitar los alimentos ultra procesados, que no sólo son malos para la salud, sino que además socavan las culturas alimentarias tradicionales.

De las directrices a las políticas

El estudio hace hincapié en que, para tener un efecto real sobre el consumo de alimentos, las guías alimentarias necesitan tener vínculos claros con las políticas alimentarias que realmente se implementan: como las normas sobre las comidas en escuelas y hospitales y las regulaciones que afectan a la publicidad y la industria.

+ info: FAO / GEO5

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