Los recursos naturales suponen un desafío para la paz del siglo XXI

Imagen: Pixabay
Aunque la humanidad siempre ha contado sus víctimas de guerra en términos de soldados y civiles muertos y heridos, ciudades y medios de vida destruidos, con frecuencia el medio ambiente ha sido la víctima olvidada. Los pozos de agua han sido contaminados, los cultivos quemados, los bosques talados, los suelos envenenados y los animales sacrificados para obtener una ventaja militar. 


Para concienciar sobre este asunto, la Asamblea General declaró el Día Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados, el cual se celebrará el 6 de noviembre de cada año (resolución 56/4 ).

Dentro de los múltiples desafíos que plantea la responsabilidad ambiental, la determinación del contenido y alcance de la responsabilidad internacional ambiental por conflicto armado presenta aspectos de interés y relevante actualidad. Como expresa la Declaración de Río, la guerra es, por definición, enemiga del desarrollo sostenible, y sus efectos sobre el medio ambiente pueden ser catastróficos. El uso masivo de defoliantes –entre ellos, el tristemente famoso “Agente Naranja”– durante la guerra de Vietnam, el incendio de los pozos petroleros kuwaitíes en la Guerra del Golfo, o la contaminación del Danubio debida a la intervención de la OTAN en Yugoslavia en 1999 son solo algunos ejemplos que demuestran la necesidad de una respuesta adecuada de parte del ordenamiento jurídico internacional. 

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que en los últimos 60 años al menos el 40% de los conflictos intraestatales han tenido alguna relación con los recursos naturales, y que este factor duplica el riesgo de recaer en el conflicto durante los primeros cinco años. Desde 1990, por lo menos 18 conflictos violentos han tenido su origen en la explotación de los recursos naturales, tanto por ser considerados de «mucho valor», como madera, diamantes, oro, minerales o petróleo, como por ser escasos, por ejemplo, la tierra fértil y el agua. Cuando se trata de conflictos relativos a los recursos naturales se duplica el riesgo de recaer en el conflicto. 

El cambio climático también se percibe como un «multiplicador de amenazas», que agrava las derivadas de una pobreza persistente o de una gestión mediocre de los recursos por parte de las instituciones. El Consejo de Seguridad reconoció las posibles repercusiones del cambio climático para la seguridad. 

Las ONU concede gran importancia a garantizar que la actuación sobre el medio ambiente es parte de la prevención de conflictos, del mantenimiento de la paz y de las estrategias de consolidación de la paz, porque no puede haber paz duradera si los recursos naturales que sostienen los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos. 

Un desafío para la paz del siglo XXI

La resolución de conflictos por los recursos naturales es un y desafío para la paz y la seguridad del siglo XXI. Dentro del panorama geopolítico internacional hay mucho en juego; la supervivencia los Estados dependerá de garantizar el acceso a los recursos naturales clave. Un amplio abanico de empresas nacionales y multinacionales respaldadas por algunos estados tratan de sacar provecho de la demanda de los países emergentes y de la cadena de suministro de los recursos naturales básicos, como agua, minerales, combustibles fósiles, tierras, etc.. En algunos casos, las élites monopolizan el control sobre los ingresos de los recursos y concentran su riqueza personal a expensas de los ciudadanos locales.

Al mismo tiempo, muchas comunidades están percibiendo como hostiles las inversiones sobre la explotación de los recursos ubicados en sus territorios y pueden revocar a las empresas su licencia para operar, o presentar una incómoda oposición en sus operaciones. Estos casos se dan especialmente si los beneficios no se comparten equitativamente, si se violan los derechos humanos, si los daños ambiental son significativos, o las expectativas de desarrollo y bienestar para la población no se cumplen. 

Los grupos armados y las redes criminales cada vez se nutren más de los ingresos procedentes de la explotación ilícita de los recursos naturales y de su comercio para financiar sus actividades.

Para los países que se recuperan de un conflicto violento, los recursos naturales con frecuencia ofrecen la primera oportunidad para ayudar a estabilizar una calidad de vida mínima y la actividad económica. Cuando los gobiernos manejan de forma equtativa y adecuada su medio ambiente y los recursos, y los integran en actividades de consolidación de la paz, los recursos naturales pueden proporcionar una vía sostenible para una reducción  la pobreza y favorecer la cohesión social.

Figura: Addressing the Role of Natural Resourcesin Conflict and Peacebuilding


El acuerdo sobre el cese el fuego y la dejación de armas en Colombia es un paso crucial para fortalecer el desarrollo sostenible en ese país.

La paz permitirá avances en lo social, lo económico y ambiental, bajo la premisa de no dejar a nadie excluido, tal y como lo promueven los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Se pretende crear un espacio para la consolidación de la gobernabilidad democrática y para invertir recursos en la ampliación de servicios públicos de calidad para la población afectada por el conflicto. 

La directora regional del PNUD señaló que este es el inicio de una nueva era para el país después de 50 años de conflicto armado que dejaron más de 8 millones de víctimas y casi 7 millones de desplazados. 



+ info: ONU / Revistas UNC

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