La química está en todos sitios, en todas las
acciones que llevamos a cabo en nuestro día a día. En cualquier objeto, en
cualquier situación, la química está ahí; desde nuestros smartphones hasta las funciones
básicas de nuestro organismo, en la comida, en los medicamentos que ayudan a
prevenir y curar enfermedades, en los electrodomésticos, en nuestra ropa… ¿qué
no es química?
Perspectiva
general
Las sustancias químicas juegan un papel
importante para la salud humana, el desarrollo económico y la prosperidad, pero
también pueden tener efectos adversos sobre el medio ambiente y la salud. Hoy
en día la química se encuentra muy diversificada y las consecuencias
potenciales de tales impactos, combinadas con una limitada capacidad de los
países en vías de desarrollo para manejarlos, hacen que una gestión adecuada de
las sustancias químicas y de sus residuos sea un tema transversal clave. Un
estudio reciente realizado por
la Organización Mundial de la Salud
(OMS) (Prüss-Ustün
et ál. 2011) señaló que, en 2004,
4,9 millones de muertes eran atribuibles a la exposición ambiental a sustancias químicas. En muchas regiones, el flujo de desechos
peligrosos se mezcla con los
desechos municipales o sólidos y posteriormente
estos son depositados o quemados a cielo
abierto (UN-Habitat 2010).
Según el informe de la ONU Perspectivas del
Medio Ambiente Mundial (GEO-5) existe un extenso aunque incompleto cúmulo de
conocimiento científico sobre los impactos de las sustancias químicas y los
desechos en los seres humanos y el medio ambiente; falta información específica
y datos sobre los usos, emisiones, vías de exposición y efectos de las
sustancias químicas.Como consecuencia, la comprensión sobre la complejidad de
las propiedades y el impacto ambiental de las sustancias químicas y los
residuos, a escala mundial, es notablemente deficiente. Por otra parte,
el informe de ONU-Habitat sobre la gestión de desechos en las ciudades menciona que «la reducción de los
desechos es deseable pero,
generalmente esta no es monitoreada».
Durante la última década, la producción de
sustancias químicas ha migrado de los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) hacia los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y otros países en
vías de desarrollo. El proceso de traslado de los centros de producción ha
venido acompañado de la duplicación de las ventas y del desarrollo de una gran
cantidad de nuevos tipos de sustancias químicas. La participación de la OCDE en la producción mundial
actualmente es 9% menor que en
1970. Gran parte de este cambio se debe
al auge de las economías emergentes. En
2004, China registró la mayor participación en la producción de los países BRIC con un 48%, seguido por Brasil e India con un 20% cada
uno y por Rusia con un 12% (OECD
2008b). Al mismo tiempo, el consumo
de sustancias químicas en los países en
vías de desarrollo está creciendo mucho más rápido que en el mundo desarrollado y podría
representar un tercio del
consumo mundial para el 2020.
Amenaza
para el desarrollo sostenible
La contaminación química mundial constituye una
amenaza grave para el desarrollo sostenible y los medios de subsistencia. El
problema tiene repercusiones tanto en la humanidad como en los ecosistemas, e incluye
impactos adversos ocasionados por la exposición a largo plazo de sustancias
químicas individuales o de la mezcla de ellas. En la actualidad, más del
90% del agua y las muestras de
peces de ambientes acuáticos están
contaminadas con pesticidas. Algunas estimaciones
indican que alrededor del 3% de los trabajadores agrícolas expuestos sufren
algún episodio de intoxicación aguda por plaguicidas cada año. La contaminación
por contaminantes
orgánicos persistentes (COPs) está muy extendida y afecta
especialmente áreas tan remotas como el Ártico y la Antártida.
Entre los problemas emergentes que requieren una
mejor comprensión y acciones rápidas para prevenir los daños a la salud y al
medio ambiente, se incluyen una gestión adecuada de los residuos
electrónicos y eléctricos, los productos químicos que perturban el sistema
endocrino, los plásticos en el medio ambiente, la quema de desechos a cielo
abierto, y la fabricación y uso de nanomateriales.
La generación de residuos electrónicos se ha
convertido en uno de los
principales desafíos ambientales del siglo XXI: es el flujo de desechos de más rápido crecimiento, estimado en 20-50 millones de
toneladas anuales. Es de especial interés porque estos desechos contienen no solamente sustancias peligrosas –como metales pesados
entre los que están el mercurio
y el plomo, y perturbadores endocrinos
como los materiales ignífugos bromados (BFR,
por sus siglas en inglés)– sino también muchos metales estratégicos como el oro, el paladio y los metales raros que pueden ser
recuperados y reciclados. No se
sabe a ciencia cierta si los nanomateriales
o las nanopartículas se liberan de los productos
cuando se incineran o entierran, o si se
degradan con el tiempo, por lo que es posible que en el futuro representen un grave
desafío en relación con la gestión de estos residuos. La toma de decisiones responsables en el ámbito de la
nanotecnología ha generado mucho
debate entre los organismos reguladores
de los países desarrollados y en vías de desarrollo
Una adecuada gestión de estos problemas requiere mejores sistemas de recogida
de información y enfoques integrales para las sustancias químicas, los
materiales radioactivos y la gestión de residuos, apoyados por una mejor
gobernanza ambiental cuando se considere adecuado. El proceso para una mayor
cooperación y coordinación entre las convenciones sobre sustancias químicas y
desechos (Basilea, Rotterdam y Estocolmo) proporciona una oportunidad para
mejorar la concientización, la transferencia de conocimiento, el desarrollo de
capacidades y la implementación nacional que debería ser explorada con mayor
profundidad.
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